Jorge Julio López fue «chupado» el 27 de octubre de 1976, por su militancia peronista entre obra y changas en su Los Hornos natal. Sobrevivió a varios centros clandestinos de detención y tortura (CCDyT ), como el Poso de Arana o «La Cacha». En abril de 1977 queda «a disposición del PEN». Habían pasado cinco meses y cinco días de aquél secuestro en el barrio de toda la vida. Estuvo dos años preso y bajo torturas hasta su liberación. Su chance justiciera llegó en Democracia, hacia junio de 2006, con el juicio a Miguél Osvaldo Etchecolatz: el verdugo azuleño detrás de todos sus horrores.
76 abriles contaba entonces el militante con oficio en la construcción, y su testimonio venía de eclipsar los juicios por la verdad en La Plata, con predigiosa memoria para develar las estructuras, las dinámicas y los responsables de aquellas mazmorras donde le tocó padecer el Horror. Fue secuestrado un día antes que se dictara condena por genocidio a Etchecolatz, en tanto mano derecha de Ramón Camps – jefe de la Policia Bonaerense durante el Terrorismo de Estado -, y habiendo compartido la dirección del circuito represivo más grande por fuera de la Capital argentina. Efectivamente: el polícia oriundo de Azul comandaba, en persona, los 21 centros clandestinos que había instalado la policía provincial, para torturar, violar y finalmente asesinar a las personas detenidas y hacer desaparecer sus cadáveres. La patota que secuestró a López en el 77′, también seguía sus instrucciones.
Aquella tarde del 18 de septiembre del 2006, Julio había quedado con un sobrino en presenciar los alegatos del juicio. El septagenario obrero saliendo de su casa, es la última imagen atestiguada previo a su segunda desaparición. Etchecolatz, responsable de ambas, y de cada una de las víctimas al interior del Circuito, fue condenado al día de la ausencia de López, en lo que constituyo el primer juicio por Lesa Humanidad una vez impugnadas las leyes de impunidad. Al momento de escuchar la condena, el comisario que torturó y asesinó con sus propias manos, estrujaba en sus manos un papel con el nombre de Jorge Julio López.
La muerte se llevó al verdugo el 2 de julio del año pasado, de la cama de un sanatorio púbico, mientras cumplía 9 condenas a perpetua en una carcel común como la de Marcos Paz. Desterrado por su familia, sin otra compañía que un crucifijo, Etchecolatz, máximo responsable de 2.500 desapariciones de las 30.000 cometidas por la dictadura cívico-eclesiástico-militar más atroz de la historia argentina, se extinguió en solitaria agonía. Gran parte de la sociedad azuleña desconoce que el monstruo le pertenece.
Sin embargo, el ex director de la DIPBA (la inteligencia al servicio de la Bonaerense) murió con orgullo hacia el poder judicial, que a raíz de su complicidad con el Estado ausente, le ahorraron al asesino la angustia de revelar nombres, direcciones, últimas palabras o fosas comunes vinculadas a sus víctimas. De hecho, en el marco del Juicio Garachico, su novena y última condena en vida, el TOF N°1 de la Plata no reconoció los delitos que componían la causa en el marco de genocidio, y desestimó la figura de la desaparición forzada de las víctimas.
Jorge Julio López, en tanto, alcanzó el día hoy los 17 años como el doble desaparecido, soslayando que el último secuestro ocurrió en plena democracia, cuando el Julio memorioso libró con sus verdades y ante la Justicia, una insoslayable denuncia contra cómplices y responsables del Terrorismo de Estado en la Argentina.
Durante la tarde se reprodujeron numerosas concentraciones a lo largo del territorio, siempre encolumnadas a supervivientes y familiares, junto a los organismos memoriosos que, además de buscar a Julio, repite a quienes marchan un llamamiento nacional. «Ahora, ahora, resulta indispensable, aparición con vida, el Estado es responsable», coreaban por ejemplo en La Plata, sobrevivientes y familiares junto a la militancia social y partidaria que se dio cita por el centro.
Frente al palacio municipal, donde iniciara el juicio a Etchecolatz que le tuvo como querellante por Justicia Ya, la abogada Guadalupe Godoy analizó la presencia del pedido de aparición de López. «Pienso en la vigencia del reclamo. En un momento político como este, donde resurgen voces o encuentran un lugar donde expresarse es importante poder seguir mostrando que cuando hablamos de dictadura no estamos hablando de cosas del pasado», alertó Godoy.
«Estamos hablando de proyectos políticos que hoy tienen carnadura, están expresados en fórmulas presidenciales y que para llevarlos adelante fue necesario implementar un plan sistemático de exterminio que hoy está siendo también reivindicado por esas mismas fórmulas», expresó la abogada como cierra a su reflexión, sobre la batalla cultural que dividide en tercios a la Argentina.
Más que llamamiento, en las palabras de Godoy, en el cántico de quienes sobrevivieron al Nunca Más, se dispara una alarma de vida en tiempos de negacionismo y «al debil muerte». Que debe interpelar a la mayoría indecisa respecto del Terror en dictadura, y que debe instar a la celeridad judicial que pide la circunstancia: el tiempo biológico alerta que cómplices y responsables del más grande genocidio argentino están pronto a extinguirse por completo.
Los archivos, los paraderos, las verdades bajo llave de qué hicieron con les 30 mil, están cada día más cerca de desaparecer para siempre.
Buscalo a Julio. Emprendé la Memoria. Demandá Verdad. Exigí Justicia.