9 de julio de 1816: más que una independencia de la Corona

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Por: Angie Levigna (Docente de Historia, ideóloga y conductora de Historia de Miércoles)

 

La idea de la historiografía clásica de que el Congreso General Constituyente de Tucumán fue pacífico y con un criterio independentista aunado ha sido y continúa siendo revisado. A la luz de las nuevas investigaciones descubrimos que los intereses económicos mezquinos de una élite beneficiada por la posesión de tierras tenían una fuerza cruel. Sin embargo, es menester aclarar que otros posicionamientos se visibilizaron y llevaron a la mesa de debate cuestiones sociales de fondo en cuanto a los derechos de los grupos más postergados.

En este sentido, es necesario hablar de la postura belgraniana dentro del congreso, que contaba, además, no sólo con el apoyo de los integrantes de las provincias altoperuanas, que vieron la posibilidad de descentralizar a las Provincias Unidas trasladando la capital a Cuzco,  sino también de referentes políticos locales como Martín Miguel de Güemes y José de San Martín, tal y como refiere el historiador José María Rosa. Según Manuel, la mejor forma de gobierno para esta región del mundo era una monarquía con el descendiente directo del último Inca a la cabeza y con un fuerte legislativo. Dentro de los grupos opositores a restituir a la dinastía incaica al poder, quitando así una nueva posibilidad de reivindicación a los pueblos que habitaban estas tierras antes de la llegada de los españoles a América, estaba, entre otros, Tomás de Anchorena.

Belgrano en la sesión secreta del Congreso de Tucumán  (gentileza Complejo Museográfico Enrique Udaondo)

 

Ahora bien, este posicionamiento no es aislado, ni surge en el congreso propiamente dicho.  A finales del siglo XVIII la revolución liderada por Tupac Amarú II había movilizado a varios sectores que tomaron esta causa indigenista y la defendieron. Entre ellos podemos citar a Mariano Moreno, que inclusive antes de la revolución de Mayo de 1810 formuló su tesis doctoral con esta problemática. En su “Disertación jurídica sobre el servicio personal de los indios en general, y sobre el particular de yanaconas y mitarios” expone de manera brillante como los derechos de los nativos americanos fueron brutalmente avasallados. El comienzo de esta tesis reza “Al paso que el nuevo Mundo ha sido por sus riquezas el objeto de la común codicia, han sido sus naturales el blanco de una general contradicción. Desde el primer descubrimiento de estas Américas comenzó la malicia a perseguir a unos hombres, que no tuvieron otro delito que haber nacido en unas tierras que la naturaleza enriqueció con opulencia. Cuando su policía y natural cultura eran dignas de la admiración del mundo antiguo, no trepidó la maledicencia dudar públicamente en la capital del orbe cristiano acerca de su racionalidad; y para arruinar un delirio, que parecía no necesitar más anatemas que los de la humanidad, fue necesario que fulminase sus rayos el Vaticano.

No fue este el único ejemplo en nuestra historia que termina en esta búsqueda de igualdad de derechos por parte de Moreno. En 1811 luego de la victoria de Suipacha y reivindicando la postura morenista, Juan José Castelli expresará en Tiahuanco:

“…ordeno que siendo los indios iguales a todas las demás clases en presencia de la ley, deberán los gobernadores intendentes con sus colegas y con conocimiento de sus ayuntamientos y los subdelegados en sus respectivos distritos, del mismo modo que los caciques, alcaldes y demás empleados, dedicarse con preferencia a informar de las medidas inmediatas o provisionales que puedan adoptarse para reformar los abusos introducidos en perjuicio de los indios, aunque sean con el título de culto divino, promoviendo su beneficio en todos los ramos y con particularidad sobre repartimiento de tierras, establecimientos de escuelas en sus pueblos y excepción de cargas impositivas indebidas…”.

También podemos citar la labor legislativa de la Asamblea del Año XIII, que si bien no abolió la esclavitud, declaró la libertad de vientres, lo que redimía a las futuras generaciones nacidas en nuestro territorio de la dependencia y sumisión por el mero hecho de ser hijes de sus padres.

Incluso el propio Belgrano en su campaña con el ejército del Norte será reconocido por los nativos, ya que los aceptaba en igualdad de condiciones dentro de sus tropas, tal y como haría con mujeres como por ejemplo María Remedios del Valle.

La historia de nuestra independencia, no es sólo la historia de la liberación formal de las políticas de potencias extranjeras, sino también la historia de la lucha de aquellos que pudieron reconocer la legitimidad de los reclamos y la vulneración de los derechos de los despreciados por la oligarquía y los explotados sumidos a la esclavitud por quienes se decían “superiores”.

 

Congreso de Tucumán, por Francisco Fortuny

 

Fascímil del «Acta de Independencia Declarada por el Congreso de las Provincias Unidas en Sud-América»
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