7 años de desidia habían convertido el ploteo de la señalización en harapos. Apenas un puñado de ávides intérpretes podía dilucidar su enunciado: «Aquí se cometieron crímenes de lesa humanidad durante el terrorismo de estado». Resultaba una proeza leer el texto informativo de la placa, descriptivo con justeza de cómo la Guarnición Militar de Azul fue central del Terrorismo de Estado en las Areas 121 y 125, pertenecientes a la Subzona 12 del 1° cuerpo del Ejército durante la última Dictadura Cívico-Eclesiástico Militar.
Bajo las órdenes del Tte. Cnel. Alberto Saini primero, y su par Pedro Pablo Mansillla después, los grupos de tareas conducidos por Guillermo Alejandro Duret secuestraron decenas de personas de la región, torturaron dentro del cuartel y en los restantes CCD locales otro número semejante, y desaparecieron a 3 militantes y 4 conscriptos en territorio azuleño. Responsables y cómplices del genocidio sonreían ante el deterioro irreversible del cartel instalado el 21 de noviembre de 2014, convertido hasta hace días en aquello que les blinda: un manto de impunidad.
Es 7 de octubre de 2021, y el cartel fue quitado del acceso al Regimiento de Caballería de Tiradores Blindados 10 «Húsares de Pueyrredón», y al Grupo de Artillería Blindado 1 «Coronel Chilavert». Sin embargo, esta desaparición borró la sonrisa de les artícifes del Terror más profundo en Azul: aquél manto es ahora un telón negro, preanunciando el acto de remarcar las huellas del Horror.
La tarde que Azul reseñalizó la central del Terror
Son las 14 horas del jueves 7. Cinco hileras de sillas blancas y medio centenar de civiles intervienen la entrada principal al cuartel; se divisa a familiares de desaparecides (como María Victoria y Mercedes, hija y nieta de María de las Mercedes González y Héctor Rizzo, o Francisco, hijo de Miguel Ángel Sabalúa y María Isabel Basso); detenides supervivientes de Azul (como Jorge Meza y Susana Yáben) y de Olavarría (en la figura de Carmelo Vinci); e incluso a Nestor Rojo, hijo de represor y como tal integrante del colectivo Historias Desobedientes. Visiblemente emocionades, consumen entre charlas y abrazos su ansiedad frente al telón que recubre la placa, escoltado por un banner de la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires. Esperan la llegada de Matías Moreno, Subsecretario del área, para que anfitrione junto a elles el descubrimiento de la re-señalización, tal como lo hiciera en noviembre de 2014. Moreno estará acompañado de la Directora nacional de Sitios y Espacios de Memoria, Lorena Battistiol; el Director provincial de Políticas Reparatorias, Martín Fiorenza, y el Director Provincial de Sitios y Espacios de Memoria, Gustavo Moreno.
Está por igual de expectante la APDH de Azul, responsable ecuánime de coordinar el acto: ya no cuenta con la presencia física de su entonces conductor, Fernando «Nano» Wilhelm, pero su huella indeleble como emprendedor de la Memoria continua expresada en la gestión de Miguél «Chule» Migueta. A su lado vuelven a encontrarse integrantes de la APDH de Olavarría, militantes sociales, y estudiantes de los Terciarios de Bellas Artes y el ISFDyT2. Un poco más allá, representando a la clase política, figuran las concejalas de Todxs María Inés Laurini y Gabriela Lambusta, junto a Nelson Sombra y Xavier Cabrera Cisneros, directores regionales del PAMI y Anses respectivamente.
Será Lambusta quien tomé el micrófono para dar inicio formal al acto, alimentado a través de un grupo electrógeno a raíz de la negativa de la guarnición de proveer electricidad propia. Luego de fundamentar que la señalización se inscribe en la Ley Nacional 26.691 (Declaración de “Sitios de Memoria del Terrorismo de Estado») y la Ley Provincial N° 13.584 (De Preservación de Sitios de Memoria), la edil de Todxs expresó una serie de adhesiones a la misma, donde sobresalieron la de Horacio Pietragalla Corti (nieto restituido y actual Secretario de DDHH de la Argentina), y Gladis D’alessandro (compañera del florense Carlos Labolita, detenide-desaparecide por Mansilla y Duret en el cuartel de Azul)
Una seña de Moreno alerta a la familia Rizzo, Susana Yáben y «Chule» Mugueta que es momento de descolgar el telón. Su caída al suelo coincide con la ovación de les presentes, que aunque clamoroso no logra quebrantar el silencio marcial devuelto por la guarnición. Ensordece como la ausencia de su Jefe actual, Teniente Coronel Ignacio Zubeldía, y el resto de las autoridades militares locales, mientras Lambusta enfatiza su lectura de la placa: «en ambas dependencias permanecieron secuestradas por razones políticas personas provenientes de distintso centros ilegales de detención, algunas de las cuales continúan desaparecidas». Un silencio que coincide con la negacionista gestión Bertellys-Vieyra, que nunca impulsó un evento alusivo a la Memoria, la Verdad y la Justicia en sus 6 años de gobierno, huérfana de una Secretaría de Derechos Humanos en su Municipio, y ausente en la jornada de la re-señalización.
Ya en manos de Matías Moreno, el micrófono amplifica lo que representó para el Subsecretario de DDHH bonaerense el deteriorado cartel original: «estaba en blanco, como una síntesis del macrismo en materia de Derechos Humanos». En contrapartida, expresa Moreno, la reposición actual es producto de «los 30 mil compañeros desaparecidos que, comprometidos con su realidad y dispuestos a modificarla, fueron el insumo para que hoy, en el año 2021, tengamos más de 1.000 genocidas condenados, y tengamos estos ex sitios clandestinos de detención transformados en sitios para la Memoria». Moreno reivindicó por igual el rol de sus familias «dando testimonios desde las audiencias del Juicio a la Junta, cuando se estaba lejos de pedir Juicio y Castigo, sino que simplemente creyeran que sus familiares habían vivido, en la noche más profunda, el terror más inimaginable». «No puedo dejar de acordarme del compañero Nano Wilhelm – anexó vitoreo mediante – porque sin imprescidibles militantes como él no habríamos logrado visibilizar estas causas». Para cerrar su alocución, el Subsecretario remarco que la verdadera trascendencia de los sitios para la Memoria «no sólo están en que existan donde hubo centros clandestinos de tortura y muerte; no sólo es importante la celeridad en el juicio a genocidas que estamos viendo, sino que el verdadero objetivo es construir finalmente el legado de nuestros desaparecidos, en la Patria Libre, Justa y Soberana que ellos soñaron».
La última palabra del acto estuvo ligada a ese sueño. Fue enunciada por Mercedes Rizzo, o más precisamente, evocado el testimonio eterno que su abuela legó a su madre antes de desaparecer. Sabiéndose perseguida, y habiendo hecho entrega de la carta a la familia que vería crecer a su hija de 2 años, María de las Mercedes escribió que el único deseo que sostenían con su compañero Héctor era «que se críe con el ejemplo de la vida de sus padres: por qué vivieron, por qué lucharon, y por qué entregaron sus vidas». «Que sepan que peleamos hasta lo último por ver liberada a nuestra Patria», continúa relatando por ella su nieta, «para que todos los pibes coman, y todos los obreros reciban un salario justo». «Nuestra lucha no es estéril», dijo María de las Mercedes y ahora remarca su nieta, antes de leer el cierre de la carta que es en sí una máxima de vida y un legado de militancia: «No nos lloren, vivan felices, así lo hubiéramos querido nosotros».
Esa felicidad traccionó el grito de «30 mil compañeros detenidos desaparecidos presentes, ahora y siempre», que puso el sello definitivo a la jornada memoriosa del jueves 7. Ciertamente no basta con una placa para concientizar, y menos lograr el compromiso de una mayoría azuleña que desconoce o ignora, en mayor o menor medida, el accionar del Terrorismo de Estado en su territorio. Pero les asistentes partieron con la dicha de saber que, remarcar la central del horror en su puerta de entrada, es un paso ineludible para aplazar la indiferencia comunitaria ante los horrores del Terror más profundo, y romper con el manto de impunidad cívico-eclesiástico militar en el Partido. Senderos que conducen a la sentencia de la placa: «los crímenes de lesa humanidad no prescriben, por eso están siendo juzgados. Nunca más Terrorismo de Estado».
No hay otra forma de combatir al silencio y el negacionismo que con revisionismo memorioso, y es por ello que Azul debe conseguir finalmente su propio espacio de la Memoria. Ahí, donde siempre debió haber funcionado: en el ex centro clandestino frente a la central del horror azuleña, que desde 1985 se encubrió bajo el Jardín Maternal «Cesar De Paula».
El Juicio y el Castigo – aunque tardíamente – están cobrando celeridad en nuestra región, puntualmente, con la esperanza que despierta el Juicio «La Huerta» en febrero de 2022: entre sus 24 condenados de Tandil y Olavarría, hay 11 azuleñes que siendo militares, polícias federales y bonaerenses, e integrantes del servicio penitenciario de la Unidad Penal N°7, participaron del secuestro, detención y/o la tortura de decenas de víctimas en Azul, y las localidades comprendidas en las Áreas 121 y 125.
En paralelo aumenta la expectiva sobre los restos óseos encontrados en septiembre al interior de la guarnición (ver «Memoría del árbol caído…), que podrían permitir a les familiares de una de las 7 víctimas en suelo azulado conocer su paradero, y llorarles donde pertenecen. Está latente una chance sin precedentes, para conocer el destino de les 5 nietes azuleñes que nos duelen y faltan. Azul tiene su posibilidad histórica de señalizar las huellas pendientes de la Memoria, la Verdad y la Justicia.