42 años de la guerra que nunca estuvimos ganando

El 2 de abril de 1982, el último de los genocidas de la Junta, Leopoldo Galtieri, dictaminó una guerra contra Inglaterra con el pretexto de recuperar la soberanía de Malvinas e Islas del Atlántico Sur. Su objetivo nunca fue otro que el de restaurar la imagen positiva de la dictadura cívico-eclesiastico militar, a esa altura cercada por los informes de comisiones de DDHH extranjeras, la lucha insaciable de madres de Plaza de Mayo y familiares de detenides-desaparecides, y una insosportable crisis producto de la miseria planificada de Martínez de Hoz.

Al menos 650 jóvenes argentinxs – conscriptxs de entre 17 y 25 años- murieron en Malvinas, forzados por la suerte de una bolilla y, en su mayoría, sin haber disparado una bala en su vida. Arrancados literalmente de sus hogares, miles de estos pibes apenas contaro con instrucciones de combate que no superaron semanas. Junto a ellos decenas de mujeres que dieron asistencia a los caídos, a pesar de las paupérrimas condiciones materiales para asistirles.

Gran parte de los colimbas fueron torturados en las Islas por sus superiores, a merced de las mismas técnicas que hicieron desaparecer a 30.000 almas. Entre 300 y 500 ex-combatientes fallecieron post-conflicto a causa de suicidios, según calculos de sus compañeres supervivientes.

Prueba de ello son los testimonios revelados por un centenar de ex-combatientes ante la Justicia en 2007. La causa lleva 11 meses paralizada por la complicidad entre el Poder Judicial y la casta militar, en la medida que el primero se negó a catalogar el estaqueamiento, la muerte por hambre y/o por congelamiento, las vejaciones y violaciones en las islas como aquello que constituyen: delitos de lesa humanidad imprescriptibles.

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Hoy se cumplen 42 años del conflicto que trasladó el Terrorismo de Estado a las Malvinas. Una guerra que terminó el 14 de junio. Que nunca estuvimos ganando, a pesar de que los medios cómplices de aquél Terror así lo aseveraban, y una mayoría de la sociedad así lo compró.

El nacionalismo belicoso fue el último manotazo de ahogado de los mayores verdugos de este pueblo, y las islas el teatro de operaciones para rescatar un genocidio ya hundido por sus horrores salidos a flote.

El pueblo debe recuperar la soberanía de su suelo. Sí. Esa fue y será una causa que no se mancha. Pero tanto como precisa una respuesta que no sea la impunidad. Por ello no renunciará a la diplomacia para recuperar las Islas, aunque el actual desgobierno coqueteé con formalizar relaciones carnales con el Reino Unido. Y es tarea del pueblo no olvidar que el tiempo favorece a los responsables que mueren impunes, y urge entonces juzgar y condenar a quienes frenaron el destino de cientes de pibes por la cobardía de admitir su derrota.

Las Malvinas son argentinas. Sí. Pero sus veteranes y caídes – que no fueron héroes ni heroínas, sino víctimas -, también. Verdad, justicia, condiciones dignas y laureles en vida, son laureles que no se le pueden seguir negando.

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