Por: Martín «Zinclair» Meza (Muralista, referencia del Arte Público y docente)
En el marco de un polémico acuerdo entre el Consejo Escolar de Azul y la empresa EFASA, se realizaron trabajos de pintura en la Escuela N2.
La noticia, que busca generar un impacto positivo en la ciudadanía, desprende distintas aristas para analizar, pues la indignación es aún más grande que la sorpresa generada.
Invita a reflexionar sobre el convenio firmado, pues resulta inconmensurable la cesión de un predio destinado a la construcción de un establecimiento educativo para transformarse en un estacionamiento privado, cuya contraprestación es la de «mantener el pasto corto, pagar los servicios y pintar 1000m2 de un establecimiento educativo designado por el Consejo Escolar.»
¿No les resulta al menos llamativo este acuerdo en términos económicos y simbólicos? ¿No dispone acaso el Consejo Escolar de un Fondo educativo y personal para realizar estas tareas? ¿Por qué beneficiar a una empresa privada en vez de potenciar la educación pública en la ciudad?¿Qué lugar ocupan la educación artística y los proyectos interdisciplinarios de articulación comunitaria dentro de la educación?
Si bien celebramos las mejoras edilicias del establecimiento educativo -que aún faltan y muchas por resolver- y entendemos que los murales escolares cumplen ciclos, es necesario demostrar respeto por el trabajo realizado por docentes, estudiantes, comunidad educativa y comunidad en general y plantear con el mismo fervor que se encargan sus realizaciones, el hecho de conservarlos o resignificarlos.
Después de todo no solo son espacios de capacitación y aprendizaje sino también instancias de trabajo colectivo, significativo y solidario que hacen al patrimonio artístico turístico y cultural tanto material como inmaterial de la ciudad.
No deja de ser un atropello escalofriante el haber tapado murales que hablaban sobre la violencia de género y sobre los derechos de las personas con discapacidad, ya que más que «embellecer un palacio del saber», se da cuenta de actitudes irrespetuosas hacia el arte público y la educación que nos atrasan como sociedad.
¿Vamos a celebrar entonces este convenio y naturalizar la emergencia cultural en la ciudad?