No se olviden de Cabezas | 28 años de impunidad

 

En febrero de 1996 , un fotoperiodista de la revista Noticias recibió la tarea de viajar a las playas de Pinamar. El objetivo: fotografiar al empresario de mayor poderío entre los dueños de todas las cosas. Quizá, el poder real de la Argentina menemista, y, por tanto, la figura más oscurantista, oculta y blindada del país. Alfredo Yabrán era un enigma que esquivaba los flashes, y amasaba una fortuna gracias al Correo argentino. Su nombre, no obstante, emergía en la prensa cada vez que el ministro de Economía, Domingo Cavallo, impostaba acusaciones contra él. Concretamente, de haberle echo perder unos 72 millones de dólares. Ante tamaña oportunidad, ningún medio insinuó siquiera los vinculos concretos que el dueño de OCA tenía con el Grupo Macri. Nadie se atrevía a vociferar los lazos carnales de Yabrán con media cúpula del Poder Ejecutivo Nacional, al que desguazó como prestador del servicio de tráfico de armas. «Ni los servicios de inteligencia tienen una foto mía», declaraba por esos días. Hasta que el viernes 16 de aquél febrero, mientras «El Tío» seguía el curso de sus últimas «inversiones» en el pueblo costero, Cabezas se apersonó en Pinamar.

De vuelta en la redacción de «Noticias», José Luis dejó el motín sobre una mesa. Entre las postales, una sobresalía por pintar austera y cotidiana una secuencia clasificada. El tipo más sombrío y rico, al que todos nombran pero nadie sabe si existe, caminando junto a su esposa a la orilla del mar, como cualquier matrimonio tipo vacacionando en la costa atlántica. En la mirada del empresario, sin embargo, pudo haberse resuelto el título de la tapa que nacía para hacer historia: «Yabrán ataca de nuevo». Esa mirada que recuerda a la de Etchecolatz, y que pasó casi un año guíando los pensamientos de la vendetta, no casualmente, dando por hecho la ejecución material de la Policía Bonaerense. La tapa resultó un presagio de mal augurio.

Fatídica noche del 25 de enero de 1997. El reportero gráfico se encontraba junto al periodista Gabriel Michi, quienes habían ido a cubrir un evento organizado por el empresario Oscar Andreani. Para llegar al lugar, habían alquilado un auto blanco modelo Ford Fiesta. Por la madrugada, Michi optó por retirarse primero, mientras que Cabezas se quedó un rato más en la fiesta.

Horas más tarde, el propio cuerpo de Cabezas apareció quemado con alcohol metílico en el interior del auto, con sus manos esposadas y dos proyectiles de un arma calibre 32 en su cabeza. 

La investigación judicial pudo determinar que las fotos que le sacó Cabezas fueron el desencadenante del asesinato. En los meses previos a que Noticias batiera records con la tapa de Yabrán en Pinamar, el siniestro de negocios, consecuente con el manual de los capo mafia, había dejado una amenaza a quien se atreva: “Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la cabeza”.

Tras varios meses de instrucción, el juez federal de Dolores, José Luis Macchi, procesó y dictó prisión preventiva en mayo de 1989 para Yabrán como instigador del crimen. Tras permanecer algunos días en condición de prófugo, el empresario postal se suicidó en un campo de su propiedad ubicado en Entre Ríos, donde cuando permanecía oculto.

La repercusión derivó en cambios en el gabinete de Menem, y en las derrotas del PJ en las legislativas de ese año y en las presidenciales de 1999, cuyo candidato fue el hasta entonces gobernador bonaerense, Eduardo Duhalde.

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El expolicía bonaerense Gustavo Prellezo fue condenado a reclusión perpetua en febrero de 2002, pero sólo pasó tras las rejas 13 años pese a que la sentencia fue ratificada en las máximas instancias judiciales de la provincia y del país. En 2010 fue beneficiado con el arresto domiciliario y en 2017 recibió la libertad condicional.

Los otros condenados por el asesinato fueron el expolicía Aníbal Luna (condenado a prisión perpetua y en libertad condicional desde 2017); el exjefe de Seguridad de Yabrán, Gregorio Ríos (condenado a perpetua como instigador del hecho y en libertad condicional desde 2008); y el comisario Mario «La Liebre» Gómez (condenado por liberar la zona en la que ocurrió el crimen, recuperó la libertad en 2006 tras una decisión de la Cámara de Casación bonaerense).

Además fue sentenciado el policía Sergio Cammaratta, quien murió en el penal de Dolores en 2015, sindicado por la Justicia como responsable de haberle hecho «un seguimiento» a Cabezas cuando trabajaba en Pinamar en el verano de 1997.

De la banda Los Horneros, reclutados por Prellezo, fueron desvinculados de la causa José Luis Auge (que recibió condena en el juicio que se hizo en 2004, pero quedó en libertad cuatro años más tarde); y Sergio Gustavo González (sentenciado a prisión perpetua recibió una reducción de la condena y salió de la cárcel en 2006, aunque tiene una causa por drogas radicada en los tribunales porteños).

Por su parte, también de la banda de Los Horneros, fue desvinculado de la causa Horacio Braga (quedó en libertad condicional diez años después del crimen, y a mediados de 2018 cumplió su condena con la Justicia), mientras que Miguel Retana, sentenciado a prisión perpetua en 2000, murió por una afección originada por el SIDA en la cárcel un año después.

«28 años de edad tenía yo cuando ocurrió el crimen de mi amigo. Es decir, pasé la mitad de mi vida conviviendo con esta trágica historia», dimensionó Gabriel Michi en su cuenta de X, a horas de cumplirse el 28° aniversario del siniestro fusilamiento. Una carga que se vuelve existencial para quienes apenas llegaron a conocer a su propio padre. «28 años y cinco meses tiene Candela Cabezas, la hija de José Luis y de Cristina. O sea, toda su vida estuvo atravesada por esta tragedia». «35 años tenía Cabezas cuando fue ultimado por ese grupo criminal de custodios, policías y delincuentes bajo las órdenes de Alfredo Yabrán», reafirma Michi con dirección al mafioso que lo sindicó a su amigo con el dedo. «La misma edad (35) que este año cumple su hija mayor, Agustina, dos más que su hermano Juan Ignacio (33). Mismos 35 años que tenía también el ex policía Gustavo Prellezo, el asesino de Cabezas, quien hoy ejerce como abogado en la Capital Federal».

El camarada del reportero que nos falta, prosiguió con el manto de impunidad sobre los responsables: «7 años y 9 meses de prisión cumplió el condenado que menos tiempo estuvo detenido (José Luis Auge) y el que más tiempo pasó tras las rejas (el ex policía Prellezo) apenas llegó a los 13 años, 5 meses, y 22 días. Todos los asesinos habían sido condenados a perpetua.
En estos 28 años hubo 8 presidentes/as al frente de la Argentina, sin contar los que se sucedieron pocos días en 2001. Pero lo permanente en estos 28 años fue, de un lado, la impunidad y la injusticia. Y, del otro, la búsqueda de la Verdad, la Justicia y la Memoria.

La familia de José Luis, sus colegas, amigos y gran parte de la sociedad que cree en la democracia siguen reclamando Justicia. A 28 años del peor ataque contra la Libertad de Expresión, nuestro grito es el mismo: ¡Cabezas presente!»

Sus verdugos siempre tendrán a la Memoria pisándole los talones, como la cámara de Cabezas gatillando sobre la realidad para que salgan a flote las verdades silenciadas. En un  recuerdo eterno, quedó instaurado el 25 de enero como el Día del Reportero Gráfico. Y en una bandera como «No se olviden de Cabezas», son legibles más luchas que el reclamo de familiares, colegas y emprendedores memoriosos. Es un imperativo para disipar toda indiferencia, y doblegar el cerco de terror que el Poder disemina por todos los medios bajo su ala.

Como reza un cartel con su rostro que reaparece y se multiplica en cada 25 de enero: No se mata a la verdad matando periodistas. Y la muerte no puede borrar del presente a quien legó tantas enseñanzas madre para ejercer el periodismo contra los dueños de todas las cosas. Cabezas vive en cada instantánea que apunta a la corrupción, y grita en colores injusticias prolongadas. En cada flash informativo que visibiliza conquistas vedadas e impone retomar sus luchas, una vez que el entramado impúdico ha dejado de ser un negativo, y queda revelado que sólo les cabe el juicio y el castigo, porque sin justicia, no hay democracia.

No olvidarse de Cabezas, conlleva la convicción de que toda persona es capaz de dar testimonio y ser denuncia en tiempos difíciles. En esos actos de verdad, Jose Luis es presente ahora y siempre.

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