La cultura de la desidia te puede matar

Un músico cae cuatro metros al subsuelo, producto de una tarima podrida. Evento y escenario dependen de la Municipalidad de Azul. Mientras Sergio Ojeda, bajista de Offshore, se recuperaba de la caída, el Colectivo de Artistas Autoconvocades copó las calles para que el Municipio frene su cultura de la desidia, y resuelva la emergencia cultural que, además de aplazar, tiene el poder de comprometer vidas.

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La vida del bajista Sergio Ojeda pudo terminar la noche del sábado 18 de junio. El atentado  ocurrió en el Complejo Cultural San Martín, durante el punto álgido de la segunda y última jornada del Festival «Rock al Centro», organizado por la Municipalidad. A minutos de rockear, con sus compañeros de Offshore perfilados para entrar en escena, Sergio desapareció. Cuatro metros hacia abajo, del escenario al subsuelo, producto de una tabla podrida por el abandono.

Un poco las leyes de la física, y otro tanto el instinto, le permitieron sobrevivir a la caída. Fue trasladado al Pintos, donde obtendría el alta médica al cabo de unas horas de revisión. Ojeda se integró así a un colectivo de supervivientes con un origen compartido – el universo de las culturas y de las artes -, atravesado por un victimario en común: la cultura de la desidia, coordinada e impartida por la Gestión Bertellys – Vieyra.    

A dos días del evitable accidente, el Colectivo de Artistas Autoconvocades volvió a marchar contra ella. Por Sergio y las demás víctimas evitables; por cada una de las omisiones, las negligencias y las políticas postegadas que componen la emergencia cultural en Azul.

 

La marcha de la bronca

Primera tarde del Día de la bandera. El evento bertellysta que conmemoró al imprescindible Belgrano, iniciado en la plaza nombrada por Manuel, acaba de finalizar en la loma del parque. Sin embargo, siendo las 14 del lunes con sentir de domingo, medio centenar de personas desplegan banderas en el veredón municipal. Una es la celeste y blanca, aunque no se convocaron para honrar al prócer.

En lo urgente, como anunciaron por las redes, marchan para evitar Sergios Ojeda que no vivan para contarlo. Pero quien busque recordar la lucha central del Colectivo de Artistas Autoconvocades, le verá escrita sobre las pancartas multicolor que sostienen en la escalinata del Palacio: «Emergencia Cultural».

«¿Y Maya dónde está?, ¿y Maya dónde está?«, corean con el paso iniciado hacia la Dirección de Cultura. La Secretaria a cargo es la máxima responsable material de lo sucedido con Ojeda, en tanto garante de las condiciones edilicias del Complejo. Y su obediencia debida al desprecio que el Intendente y actual Jefe de Gabinete tienen de las culturas locales, hacen de Maya Vena la mayor victimaria que estas hayan padecido en la historia reciente.

Bertellys y Vieyra depositaron en ella el timón de la cultura de la desidia. No sólo entendida como una concepción vejatoria de las culturas locales, sino como un sistema cuyas pautas de conducta buscan, por acción u omisión, destinar a les hacedores artístico-culturales del Partido al total desamparo

De vuelta al día de la bandera, ese Colectivo tiene por última parada el Complejo Cultural. En nombre de sus integrantes, alza la voz el pintor Pino Giménez:

«Decidimos, dentro de lo que es nuestra organización, armar esta marcha con la idea de solidarizarnos y pensar entre todos lo que está pasando en la cultura municipal, después de lo ocurrido a uno de los músicos de la banda Offshore. Esto se suma a todos los reclamos que venimos haciendo a la Dirección de Cultura, porque tampoco ellos salen a manifestar acerca de los pedidos que uno hace como artistas locales».

Del San Martín, hasta ahora, sólo habló Jéssica Córdoba, colaboradora del área de Economía Social y Juventud, y, como tal, una de las principales impulsoras del «Rock Al Centro». En la previa al festival, la concejal había expresado que el Complejo ostentaba «un estado bárbaro»; el domingo, post caída de Sergio, sinceraba que «una vez que se quebró la tabla, pudimos ver que parte del escenario está podrido». «Me refería al edificio. Está lindo el lugar», esquivó con cinismo. Lejos de disculparse en nombre del gobierno al que representa, Córdoba argumentó que «sólo algunos sectores del escenario» evidenciaron peligro de derrumbe», y por eso el San Martín «está habilitado». «De haberlo sabido antes – reforzó con impunidad -, no hubierámos realizado el evento».

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Frente al Complejo que nunca debió habilitarse en tales condiciones, quien habla por Sergio es Gastón Torrens, vocalista de Offshore. Agradece el apoyo del Colectivo, pide que se valoren y legitimen sus pedidos, y de inmediato advierte que su compañero «está bien por suerte». Aunque ambos se encuentran abrumados por las ignotas llamadas «de todo el mundo; políticos, artistas y de todos los sectores».

Torrens es vocero de lo que Ojeda escuchó de algunos funcionarios comunales. «Se comprometieron a que esto no va a pasar más, veremos si ese compromiso se traduce en algo», suelta como un ruego. Y sentencia:

«La lectura que realizo es que este escenario (en alusión al del Complejo Cultural San Martín) no se va a utilizar más. La madera se va a cambiar, que es algo que no es tan costoso.

Si yo estuviera dirigiendo esta ciudad, para demostrar un poco de acción, haría por lo menos eso: modificar el escenario que no es un imposible. Así que de ahora en más voy a intentar mantenerme en silencio, porque no es mi idea ocupar espacio en las noticias, esto nos excede a todos».

El cantante cede la voz al testimonio que pondrá broche a la marcha. Lleva la firma de Silvio Randazzo: un escritor cuyo veredicto es compartido por el Colectivo que integra.

 «Esto no fue una desgracia. Esto es desidia. Ocurre cuando la cultura no te importa, o la considerás una manera de hacer negocios.

Esto no fue una desgracia con suerte. Le pudo haber pasado a otros chicos y chicas que iban a hacer su performance durante el recital, a los conductores, a un fotógrafo, a músicos de las bandas anteriores, o de las que vengan después».

De hecho Laura Juarez, idéologa de Diversos Danza, habia relatado en su facebook que «nuestros bailarines, Vero y José, estaban prontos a salir a bailar con la banda, ahí al ladito de Sergio…», y que por ello pedía, «a las autoridades que correspondan, responsabilidad, cuidados y más amor por los artistas de esta ciudad». Nótese que existe un antecedente directo al caso Ojeda: aquél integrante de la compañía infantil «Plin Plin», que el 10 de diciembre del 2021, mientras divertía a les niñes presentes en Plaza San Martín, cayó de un escenario en el marco del XV Festival Cervantino.

Cuenta Diario El Tiempo, que en algún momento del domingo, Alejandro Vieyra habría ejercido la réplica. No para solidarizarse con Ojeda. Menos aún, prestándose a implementar el petitorio que recibió del Colectivo para salir de la emergencia cultural. El Jefe de gabinete habría garantizado, off the record, estar a la espera de «una revisión a los ingenieros y un informe» sobre el estado del escenario.

Ningún arreglo prometerán Vieyra, Vena, ni el propio intendente Bertellys, porque no pretenden abocarse al cuidado integral de les artistes. Como nada dijeron en abril, cuando el cielo raso del Múseo López Claro se vino abajo, y el espacio no tuvo otra opción que clausurar las actividades en pos de salvar vidas. 

Ambas debacles confirman que la cultura de la desidia empieza por casa. Se puede ver en los dos casos, o se puede ratificar en el SUMAC, con el Museo Squirru o el centro de interpretación Salamónica, entre tantos otros. El desprecio de la Gestión por sus propias embajadas culturales, es diréctamente proporcional a su falta de sensibilidad sobre aquellas sostenidas a pulmón. 

 

Con Sergio recuperándose, el Colectivo seguirá marchando por les que viniendo por cultura y artes, se vayan heridos (ojalá nunca sin vida) por la cultura de la desidia. Seguirán exigiendo que la gestión anule la proscripción de políticas integrales y perdurables en favor de las artes azuleñas, en sintonía fina con los fondos millonarios para la Cultura que el Municipio continúa sin ejecutar, enviados desde Provincia el año pasado. Denunciarán la acefalía de programas que sostengan las producciones locales, y se convierta en un ferviente promotor de agendas – así como de espacios públicos, privados y mixtos – que promuevan sus iniciativas de cara a la sociedad azulada. 

Pero mientras persiste su lucha, al tiempo que le gambetean a la censura, al techo y al escenario que se derrumban, al hambre de no poder ser y a la fatalidad de ser artista en tiempos bertellystas, no dejarán de propagar los decires y sentires de su obra. «El Arte No Pide Permiso», tal como exclama su bandera insignia. Ni para resistir, ni para seguir alimentando las almas del pueblo que habita, identifica y transforma.

 

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  1. […] Sin embargo, después de sobrevivir dos años con su formato original, el Salón Azul Nacional dejó de existir este mismo año, porque el Bertellysmo determinó borrarle de un plumazo. Más bien, fraguando su continuidad en un supuesto formato más abarcativo (bajo el titulo de «XXXVII Salón Azul Nacional de las Artes Visuales»), en medio de las muestras de desidia y coqueteos con la fatalidad que ostenta la gestión cultural de Maya Vena; la negligencia más reciente, con sede en el CC San Martín y en el marco del Festival municipal «Rock Al Centro», casi se cobra la vida del bajista Sergio Ojeda, quien cayó cuatro metros al vacío producto de un e… […]

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