La Matria de la Independencia

Heroínas de mil batallas que forjaron el 9 de julio de 1816

 

Anónimas para el prisma patriarcal de la Historia Oficial, borradas de los partes de batalla que resistieron los embistes realistas, la Independencia criolla encuentra en Macacha Guemes, Juana Azurduy y María Remedios del Valle una trinidad esencial para su consumación. Luchadoras por la libertad y la equidad de mujeres y chusmas, no fueron reparto sino piezas clave para los caudillos y los próceres de bronce a lo largo de la futura Argentina.

Junto a las nombradas, hubo centenares de mujeres que cargaron sables y encendieron morales para que prevalezcan las provincias unidas. Este es nuestro homenaje para la matria de la independencia.

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Macacha Güemes

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No hay Martín Miguél sin Macacha. Ávida lectora desde los 5, políglota del inglés y el francés, defendió la frontera norte desde 1813 junto a su hermano menor. Compartió con aquél las riendas de “Los Infernales”, oficiando  a su vez de enfermera, cocinera o el oficio que requirieran los gauchos. En el año de la independencia fue mediadora en el conflicto con José Rondeau. Además del aporte clave como espía de los movimientos de los realistas, Macacha resulta esencial para la firma detrás de la Paz de los Cerillos.

 

Juana Azurduy

Cuentan que un 3 de marzo de 1816, al frente de un batallón de 200 mujeres originarias a caballo, Juana derrotó a las tropas españolas en Bolivia. Por épicas así es madre coraje y de rebeldía indómita, nombrada Teniente Coronel por Güemes. Será Manuel Belgrano quien le otorgue su propio sable libertador, para efectivizarla en el cargo. Juana hablaba qechua y  aymara con naturaleza, tal como sus lazos con las tribus originarias del alto valle. Se hizo paso a la inmortalidad en la pobreza, cuando pisaba los 82 años. En julio de 2009 fue ascendida post mortem al grado de Generala del Ejército Argentino.

 

María Remedios del Valle

Belgrano reconoció en aquella niña de Ayohuma, una capitana sin igual. María Remedios venía de luchar por la matria junto al Ejército del Norte; prisionera tras la batalla de Salta en 1813, permitió el escape de oficiales patriotas, a expensas de la tortura que echó cicatrices perpetuas en su piel. Finalizada la guerra y ya anciana, del Valle regresó a la ciudad de Buenos Aires, donde se encontró reducida a la mendicidad. Desconocida por el Estado, sólo hubo de recibir pensiones por su arrojo durante la presidencia de Rosas. Eterna en algún arrabal a fines de 1847, encontró sus homenajes estatales en 2013, con el “Día Nacional de los/as afroargentinos/as y de la cultura afro”. María es más que un billete de 10.000 en 2024; es y será, madre de esta matria.

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