A quien enseña y transforma, con cariño

Como cada 11 de septiembre, un tributo a quienes educan equitativa y transformadoramente.

 

Por: Bernardo Penoucos

Se levantan a las 5 de la mañana, corrigen, van en bondi o en tren hasta la escuela (y pagan el boleto)
Llegan y ayudan a hacer el desayuno porque seguro muchos pibes se saltearon, a la fuerza, la cena. Reciben a los pibes con una sonrisa.

A veces, muchas, calman a los que llegan con alguna pastilla de más, y con un abrazo de menos.
A veces, muchas veces, despiertan a los que se quedan dormidos porque la noche anterior anduvieron cirujeando y tirando del carro.

Escuchan de todo y a todos.
A veces cruzan el río para llevar libros.
A veces con botas de goma por la inundación.
Otras veces se le paran de mano a los mosquitos mecánicos que fumigan con veneno la tierra y los guardapolvos.
A veces los matan en la ruta y de espaldas, de la manera más cobarde y cipaya.

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Siempre terminan poniendo sus recursos: compus, fibrones, borradores, proyectores,cartulinas, libros y salud mental.
Otras veces se enteran antes que nadie del maltrato a las pibas, de los moretones y de las amenazas, de los intentos de secuestro o de quienes viven secuestradas en sus propias casas.

Enseñan a leer y abren ventanas dónde antes solo había muro y cemento inamovible.

Luchan por su salario y también por el de la escuela, por si explota, porque a veces explota llevándose a los mejores.
Se cansan mucho y todo el tiempo.

Pueden ayunar semanas enteras en el medio de una carpa.
De cara al mundo y de cara al viento.

Y todo eso, sin tirar una sola bala.

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